La Ciudad de México ha vivido en los últimos años una transformación paulatina pero profunda en su movilidad ciclista. Lo que comenzó como una respuesta de emergencia para garantizar desplazamientos seguros durante los años de alta pandemia terminó consolidándose en corredores permanentes, especialmente en ejes estratégicos como Insurgentes, Reforma, División del Norte o Cuitláhuac. Hoy, la ciclovía Insurgentes es el caso más emblemático: una infraestructura que conecta más de 25 kilómetros de norte a sur y que ha demostrado ser un laboratorio urbano para entender qué funciona —y qué no— en la construcción de una red ciclista metropolitana.
Flujo y demanda: la ciclovía más concurrida del país
Desde su implementación, la ciclovía Insurgentes ha mantenido un flujo notable. En horas pico, se registran miles de viajes diarios, con incrementos en jornadas laborales y estabilidad durante fines de semana. El corredor ha permitido que personas que antes dependían del transporte público en tramos saturados opten por una movilidad más rápida y predecible. También se ha convertido en una opción para quienes realizan trayectos medianos entre colonias como Roma, Del Valle, San Rafael, Mixcoac o la zona de La Raza.
Otras ciclovías recientes —como la de Eje 3 Sur, Ricardo Flores Magón y la ampliación en Reforma— han replicado este fenómeno: los flujos ciclistas crecen de forma inmediata cuando se ofrece infraestructura protegida, continua y visible.
Accidentalidad: menos siniestros graves, pero nuevos patrones de riesgo
Uno de los indicadores más relevantes ha sido la reducción de siniestros graves en tramos con infraestructura protegida. La ciclovía Insurgentes registra menor incidencia de accidentes de alto impacto en comparación con la vialidad sin protección previa. La segregación física del carril, la velocidad reducida en cruces y la mayor visibilidad del ciclista contribuyeron a este descenso.
No obstante, surgen nuevos retos:
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conflictos en intersecciones donde la prioridad no queda claramente definida;
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invasión ocasional de autos y motocicletas en tramos mal vigilados;
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descuidos de ciclistas y peatones en giros indirectos y zonas de carga/descarga.
Los datos muestran una realidad mixta: la infraestructura protege, pero requiere mantenimiento constante, mejor señalización y una cultura vial que todavía avanza lentamente.
Percepción ciudadana: de la resistencia inicial a la apropiación del espacio
Al inicio, la ciclovía Insurgentes enfrentó resistencia de algunos sectores que temían afectaciones al flujo vehicular o a los negocios; sin embargo, con el paso del tiempo, la percepción vecinal ha cambiado.
Hoy, comerciantes de zonas como Nápoles, Roma y San Miguel Chapultepec reconocen mayor afluencia peatonal y ciclista, lo que ha beneficiado a cafés, papelerías, talleres y tiendas de conveniencia. Los propios vecinos, en encuestas recientes, destacan:
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mayor sensación de seguridad al caminar cerca de un corredor ciclista bien iluminado;
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reducción de ruido por la velocidad moderada de vehículos;
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presencia constante de personas que genera vigilancia natural del entorno;
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apropiación comunitaria del espacio ciclista como parte del paisaje cotidiano.
Aunque aún persiste la inconformidad de automovilistas en puntos congestionados, la aceptación general es marcadamente mayor que en su inauguración.
Extender la red: retos técnicos, políticos y sociales
El éxito de Insurgentes y otros corredores no elimina los desafíos para extender la red ciclista. Entre los principales obstáculos están:
1. Conectividad incompleta:
Muchas ciclovías terminan abruptamente o no enlazan con estaciones de Metro, Metrobús o centros laborales. La continuidad es clave para atraer nuevos usuarios.
2. Mantenimiento insuficiente:
La pintura, los separadores y la señalización requieren renovaciones periódicas. Ciclovías deterioradas generan riesgos y desincentivan su uso.
3. Coordinación interalcaldías:
No todas las alcaldías mantienen la misma visión sobre movilidad ciclista. En algunos casos, proyectos se detienen o se reducen por falta de acuerdos.
4. Falta de educación vial:
Automovilistas, motociclistas y ciclistas siguen enfrentando confusiones sobre prioridades y reglas. Una red ciclista sólida requiere campañas permanentes.
5. Espacio vial disputado:
En avenidas estrechas, la implementación de ciclovías exige decisiones políticas claras donde la prioridad se incline hacia el transporte sustentable y la seguridad.
Un camino irreversible
La experiencia de la ciclovía Insurgentes demuestra que la ciudad cambia cuando modifica su infraestructura. Después de años de observar avenidas diseñadas casi exclusivamente para autos, la CDMX se mueve hacia un modelo más equilibrado.
Los resultados reales son claros:
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más viajes ciclistas,
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menos siniestros graves,
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mayor percepción de seguridad,
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dinamización de zonas comerciales,
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y una ciudadanía que reconoce el valor de calles más humanas.
Quedan muchos retos, pero la infraestructura ciclista ya no es un experimento: es una parte esencial del futuro urbano de la capital, un paso hacia una movilidad más sustentable, saludable y equitativa.















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