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Arte y muralismo fuera de la CDMX: la ruta de Siqueiros y Orozco que revela la historia social de México

El muralismo mexicano no nació solo en los muros de la Ciudad de México, ni se explica únicamente desde los grandes nombres que figuran en los libros de texto. Su verdadera fuerza está repartida por el país en espacios públicos, escuelas, hospitales, plazas y edificios que fueron, en su origen, herramientas pedagógicas y políticas. Seguir la ruta de José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros fuera de la capital es asomarse a un México que retrató revoluciones, desigualdades, esperanzas colectivas y tensiones que aún resuenan un siglo después.

Esta guía propone un recorrido por tres puntos clave: Guadalajara, Morelia y el Polyforum de la capital, para entender cómo el muralismo no solo decoró paredes, sino que narró la historia social del país.


Guadalajara: Hospicio Cabañas y el fuego de Orozco

QuéVer "Hombre en llamas" de José Clemente Orozco es, según historiadores y  críticos de arte, es cumbre en el arte mexicano. El mural se convierte en  una crítica a las injusticias, elEl Hospicio Cabañas —hoy Instituto Cultural Cabañas— es uno de los templos del muralismo mexicano. En su capilla, Orozco pintó El hombre en llamas, una de las obras más intensas y simbólicas del movimiento. La cúpula ardiente, los personajes que giran en un torbellino y el contraste entre destrucción y renacimiento hacen del recinto un manifiesto visual sobre la condición humana.

Orozco trabajó aquí entre 1937 y 1939, en un México que buscaba reconstruirse tras la Revolución y que enfrentaba nuevas luchas educativas y agrarias. Sus murales denuncian la manipulación ideológica y la violencia del poder, pero también exaltan la resistencia humana. Pasear por el Hospicio es recorrer un discurso crítico que sigue vigente.

Además del Cabañas, Guadalajara ofrece otras paradas: el Palacio de Gobierno, donde Orozco pintó al Padre Miguel Hidalgo encendido en llamas, y el Museo de Arte de Zapopan, que contextualiza parte de su trabajo en el occidente del país.


Morelia: Ciudad Universitaria y el proyecto social del muralismo

La Ciudad Universitaria de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo es uno de los secretos mejor guardados del muralismo. Sus edificios albergan obras de los años cuarenta y cincuenta realizadas por artistas como Orozco, Hollis Howard y otros muralistas regionales que expandieron la estética y la intención política del movimiento.

Aquí, los murales representan temas como la lucha estudiantil, la educación como motor de justicia social, el mestizaje y las tensiones entre tradición y modernidad. Caminar por la rectoría, la facultad de derecho y los pasillos del campus es descubrir un muralismo académico que dialoga con las transformaciones del México posrevolucionario.

Morelia, además, ofrece la ventaja de observar estas obras en un entorno universitario cotidiano, donde estudiantes y visitantes conviven con ellas como parte natural del paisaje educativo.


Ciudad de México: Polyforum Siqueiros, la obra total

Polyforum Siqueiros: el sueño imposible de un empresario español y un  pintor comunista | EL PAÍS MéxicoAunque el objetivo es salir de la CDMX, el Polyforum Siqueiros merece una última parada porque es el puente que conecta el muralismo clásico con una visión más contemporánea y experimental. Concebido como una “obra de arte total”, su exterior octagonal está cubierto por el mural La marcha de la humanidad, el más grande del mundo en su tipo.

Siqueiros volcó en él su visión futurista: la lucha de clases, la opresión, la esperanza colectiva y la eterna disputa por el progreso. Creado en los años sesenta y setenta, en plena Guerra Fría y con un México industrializado pero desigual, el Polyforum es una cápsula que resume las tensiones de la modernidad latinoamericana.

Hoy, entre debates sobre su conservación y el desarrollo inmobiliario de la zona, visitarlo implica reflexionar sobre el destino del muralismo y el papel del arte público en las ciudades contemporáneas.


Cómo recorrer la ruta muralista

Planifica por temas, no solo por destinos. El hilo conductor no es la geografía, sino la narrativa social: revolución, educación, lucha ideológica y crítica al poder.
Reserva tiempo para mirar. Los murales no se “ven”; se leen. Conviene dedicar al menos dos horas por sitio para seguir las escenas y comprender su progresión.
Investiga antes de ir. Cada mural tiene una historia detrás: quién lo encargó, qué momento social vivía México y qué debates artísticos había en curso.
Conecta con el presente. Muchas de las tensiones que retrataron —desigualdad, autoritarismo, migración, identidad— siguen marcando al país. Leer los murales como comentarios vigentes les da nueva vida.


Seguir la ruta de Orozco y Siqueiros más allá de la capital no solo es una experiencia estética: es un ejercicio de memoria social. Estas obras, dispersas en escuelas, centros culturales y edificios públicos, siguen preguntándonos quiénes somos y qué país estamos construyendo.

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