La industria alimentaria vuelve a verse sacudida por la escasez de un producto clave: la avellana. Una helada imprevista en Turquía, principal productor mundial, ha reducido drásticamente la cosecha y encendido las alarmas entre fabricantes de chocolate y repostería. Desde abril de 2025, el precio internacional de este fruto seco ha aumentado más de un 35%, con previsiones de que las avellanas turcas alcancen los 10 dólares por kilo.
La situación es especialmente delicada para Ferrero, fabricante de la popular Nutella, que consume cerca de una cuarta parte de la producción mundial de avellanas. Aunque la compañía asegura que no prevé interrupciones gracias a su estrategia de abastecimiento, el mercado afronta una realidad diferente: menos oferta, más competencia por el suministro y una presión creciente sobre los costos de producción. Dado que las avellanas representan alrededor del 13% de la receta de Nutella, cualquier variación de precio repercute directamente en el bolsillo del consumidor.
El golpe a la producción turca es considerable. Según el Consejo Internacional de Frutos Secos y Frutas Deshidratadas (INC), la cosecha se reducirá en un 22%, lo que equivale a una pérdida de 167,000 toneladas. Pese a que las estimaciones iniciales eran aún más pesimistas, el impacto sigue siendo grave. Ante este panorama, grandes empresas buscan diversificar su suministro en países como Chile, Georgia y Estados Unidos. Sin embargo, la solución no será inmediata: un avellano tarda entre 5 y 7 años en alcanzar su madurez productiva.
A la crisis climática se suman factores del mercado interno turco. El retraso en el anuncio del precio base de la avellana el año pasado generó un vacío que aprovecharon especuladores y exportadores, provocando compras por pánico y acaparamiento por parte de agricultores. Esto redujo aún más la oferta disponible y empujó los precios al alza.
La escasez de avellanas es un recordatorio de la vulnerabilidad de la agricultura ante fenómenos meteorológicos extremos. El cambio climático, con sus heladas repentinas y patrones de clima impredecibles, no solo amenaza a las avellanas, sino también a otros cultivos como almendras y nueces, pilares de la industria alimentaria mundial.
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